
Los datos de Twitter demuestran que la falsedad se propaga mucho más deprisa que la verdad. Y que los bots somos nosotros
Antes se coge a un mentiroso que a un cojo, dice el acervo popular, y así lo ratifica el proverbio italiano le bugie hanno le gambe corte, las mentiras tienen las patas cortas. Qué error más garrafal. Las mentiras no solo corren como un demonio, sino que se propagan como el virus más pernicioso que haya inventado la ficción (quizá el de 12 monos, de Terry Gilliam, ya un poco anticuado). Las redes sociales son un buen medio de propagación para este nuevo virus de la mentira, pero no el principal, que sigue siendo la estupidez humana, esa cualidad tan nuestra, tan de siempre, tan predigital, preindustrial y prehistórica. Lee lo último sobre la ciencia de la mentira en Materia: te ayudará a entender el mundo informativo en…
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